La Formación del Carácter

Sin duda es uno de los cinco fines del escultismo más atractivo para los educadores:

La experiencia humana muestra que, si no se quiere ser una brizna de paja sacudida por las olas de la vida, sino, como decía B.P., ser capaz de conducir su propia canoa, hay que 

coger con firmeza el timón. Y esto exige carácter; esto es, coraje, determinación, energía, tenacidad, voluntad.

El escultismo llega a conseguir lo anterior tomando a los muchachos en serio, incluso si tienen doce años. Ponemos confianza en su honor y en la palabra dada; les confiamos responsabilidades reales, a la medida de sus competen­cias; les pedimos cuentas, etc. En definitiva, a través de las actividades en el campo, les pedimos que se esfuercen, que venzan las dificultades y los obstáculos de toda clase, que vayan hasta el límite de sus posibilidades, que se superen. El escultismo es escuela de valor, de coraje, de perseverancia. “Esforzarse repetidamente tonifica la inteligencia y da consistencia a la vo­luntad”.

Pero, aunque enseña el gusto por el esfuerzo, el escultismo no es escuela de sufrimiento. Debemos vigilar que los esfuerzos propuestos sean siempre progresivos, adaptados, no sólo a la voluntad del jefe, sino también a las posibilidades del chico, determinadas por su edad y su desarrollo. Estos es­fuerzos formarán parte de los juegos: el escultismo, aún siendo escuela de esfuerzo, es sobre todo una escuela alegre.

Si bien queremos formar muchachos fuertes y valerosos, no es menos cierto que los queremos capaces de sonreír y de comprenderse a sí mismos. ¡Alto a la sisnistrosis! El  artículo de la ley nos recuerda que no es suficiente afrontar las dificultades, sino que hay que hacerlo, además, sonriendo y can­tando. El buen humor también es una cualidad que se debe desarrollar en el muchacho, y hacerlo es realmente importante, sobre todo, en nuestra socie­dad tan triste. Leamos, sobre esto, un formidable texto de Guy de Larigaudie sobre la sonrisa.

“Es un buen medio para crearse una amistad del alma: la son­risa.

No la sonrisa irónica y burlona, la media sonrisa que juzga y rebaja.

Sino la sonrisa amplia, limpia, la sonrisa scout en estado puro.

Saber sonreír: ¡qué fuerza! Fortaleza del sosiego, de la dulzura, de la calma, del resplandor.

Un tipo hace un comentario a tu paso; estás molesto; pasas, pero sonríes, sonríes ampliamente. Si tu sonrisa es franca, alegre, el tipo sonreirá también, y el incidente concluirá en paz. Prueba.

Quieres hacerle a un amigo una crítica que consideras necesa­ria, darle un consejo que crees útil. Crítica, consejo, cosas duras que tragar.

Pero sonríe; compensa la dureza de las palabras con el afecto de tu mirada, con la sonrisa de tus labios, con toda tu alegre fisonomía.

Y tu crítica, tu consejo, llegarán mejor, porque no harán daño.

Hay momentos en los que, ante un situación de angustia, no se encuentran las palabras adecuadas para consolar. Sonríe con todo tu corazón, con toda la compasión de tu alma. También tú has sufrido y te ha reconfortado la sonrisa muda de un amigo. No puedes no haber experimentado esto. Actúa así con los demás.

“Cristo, decía Jacques d’Arnaux, aunque tu sagrado cadalso me canse y me desgarre, dame siempre fuerzas para tener la cari­dad de sonreír.”

Pues la sonrisa es amor.

Sonríe al pobre al que acabas de dar dos monedas; a la señora a la que has cedido el sitio; al señor que se excusa por haberte pisado el pie al pasar.

A veces es difícil encontrar la palabra justa, la actitud adecua­da, el gesto apropiado. ¡Pero sonríe! Es más fácil y arregla más cosas.

¿Por qué no usar y abusar de este medio tan simple?

La sonrisa es un reflejo de alegría. Es su fuente. Y allí donde reina la alegría –quiero decir, la verdadera alegría, la alegría pro­funda y pura del alma– también se expande este “alma amisto­sa” de la que tan bien hablaba Schaeffer.

Rovers, seamos portadores de sonrisas, y, de este modo, sem­bradores de alegría.”

Tomémonos esto en serio. Sepamos preservar y animar la frescura, la es­pontaneidad, las ganas de reír de nuestros muchachos, incluso, y sobre todo, ante los obstáculos, por muy grandes que sean, que les propongamos sor­tear.

Conclusión

Queremos formar chicos fuertes y animosos, sólidos, capaces de conducir su propia canoa, pero también chicos que no aplasten a los demás, que sean humildes y alegres.

¿Quieres saber más sobre los 5 fines del escultismo?

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