Los cinco fines del escultismo

Baden Powell no era un teórico. Si lanzó el escultismo, lo hizo como res­puesta a las necesidades de los chicos que veía vivir en la Inglaterra de principios del siglo XX, y para remediar las carencias que observaba en la sociedad:

  • Una escuela que da una formación intelectual y teórica, pero sin preocuparse lo suficiente por el desarrollo físico y, menos aún, por la formación del carácter.
  • Un egoísmo galopante, la pérdida del sentido del bien común y del espíritu cívico.
  • La decadencia de los valores morales, espirituales y religiosos.

Frente a esta situación, el escultismo contempla cinco fines:

  1. El desarrollo físico y la salud.
  2. La formación en el sentido de lo concreto.
  3. La formación del carácter.
  4. El desarrollo del espíritu de servicio.
  5. El sentido de Dios.

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El Sentido de lo Concreto

Enmarcado dentro de los cinco fines del escultismo, el Sentido de lo Concreto cubre dos aspectos:

1. Quiere, en primer lugar, que los jóvenes tomen conciencia de la realidad de la vida. Hoy en día, la mayor parte de los jóvenes viven en zonas urbanas. Su entorno habitual es cada día más sofisticado y artifi­cial; todo está hecho para facilitarles la vida. En un universo de botones y “clics”, el muchacho vive como en un capullo esterilizado, insípido. Por tanto, no debe asombrar que busque huir hacia paraísos artificiales. Pero rápidamente se convierte en un prisionero, en un esclavo de las costum­bres cómodas y placenteras; incluso cuando se va de “camping”, llevando con ellos aquello que estiman indispensable para su vida: cama, frigorífico, radio o televisión.

Queremos permitir a los jóvenes sumergirse en la realidad de la vida; ser capaces de vivir con sus propios medios: saber montar una tienda, prote­gerse del viento, de la lluvia o del sol, encender un fuego con todas las ga­rantías de seguridad y prepararse la comida, con o sin gas, orientarse con las estrellas, caminar de noche sin linterna, etc. La naturaleza es escuela de vida. Sus lecciones son aprendidas y asimiladas con rapidez. El primer contacto con ella puede suponer un shock, pero rápidamente el muchacho se alegra de reencontrarse con sus reflejos, con sus instintos, con su ale­gría de vivir.

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